Esa reunión se celebró en la cumbre del Monte Palomar, a más de dos mil metros de altura, frente a la rústica hospedería denominada Skyline Lodge.
El congreso había sido convocado por tres de los contactados más famosos: George Adamski, Truman Bethurum y Daniel Fry. A esta reunión asistieron más de mil personas, entre periodistas americanos y extranjeros, policías, agentes del FBI, pilotos aviadores, testigos de apariciones de discos y simples curiosos. Cada uno de los contactados relató su propia experiencia y aprovechó para vender sus libros autografiados.
Cuando tocó el turno de Adamski, el “profesor” explicó que los venusinos eran muy parecidos a los seres humanos. Tanto así que se habían infiltrado y ahora estaban viviendo en las grandes ciudades. Además presentó un cuadro que era la representación artística de un venusino.
Al atardecer del primer día se produjo un gran revuelo cuando entre el público se señaló la presencia de dos hombres y una mujer de aspecto extraño. Comenzó a correr el rumor de que eran venusinos disfrazados. Los infiltrados de los que había hablado Adamski hacía algunas horas.
Uno de ellos usaba lentes. Los tres eran de tez blanca y la mujer mostraba cabellos largos y rubios, pero lo más extraño eran sus ojos negros.
Uno de los asistentes al congreso les preguntó a bocajarro: “Ustedes, ¿son o no son venusinos?”. La mujer, sonriendo, respondió tranquilamente “No”.
“- ¿Por qué están aquí?
-Porque estamos interesados en el asunto.
-¿Creen en los discos voladores?
-Sí.
-¿Es cierto que, como dice el señor Adamski, ellos son de Venus?
-Sí. Ellos son de Venus”.
En esta reunión se encontraba el periodista brasileño Joao Martins, quien también los entrevistó y consiguió los siguientes datos:
Ella se llamaba Dolores Barrios y era modista diseñadora; los nombres de sus acompañantes eran Donald Morand y Bill Jarmarkt. Todos eran residentes de Manhattan Beach, California. Martins les pidió que se dejaran fotografiar, pero ellos se negaron, molestos. Estaban cansados de que se les llamara venusinos. Según Martins, Dolores Barrios se parecía mucho a la pintura del venusino que había mostrado Adamski.
El resto de la convención se la pasaron aislados y sin hablar con los otros congresistas. Al día siguiente, una vez terminado el congreso, los extraños visitantes se dejaron fotografiar.
Actualmente se dice que Martins la fotografió utilizando un flash, tomándola desprevenida. Dolores se asustó y corrió hacia el bosque. Al poco tiempo, del bosque se elevó un platillo volador, pero nadie fue capaz de sacarle una foto. También se dice que el ufólogo Fernando Cleto Nunes Pereira vio a Dolores, tiempo después, en un cine de Río de Janeiro.
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